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Cristian Sainz de Marles, es tan sorprendente que hace mucho que ha dejado de sorprendernos. Uno de esos soñadores que se atreven a hacer las cosas antes que nadie.

Nació oficialmente en 1969. A los 18, volvió a hacerlo tras un accidente de tráfico. El coche en el que viajaba -y su vida- dieron varias vueltas de campana. Perdió la vista y su existencia se apagó. Sus dos pasiones, la cocina y la Informática, quedaron a oscuras. Después de medio año hospitalizado, empezó el “turismo sanitario” recorriendo las clínicas especializadas de todo el mundo. Tras más de 20 operaciones en pocos meses -y mucha frustración en busca del Santo Grial que le devolviera su vida- asumió que su situación era irreversible y decidió aprender a convivir con la ceguera total. Limita más que una discapacidad la incapacidad para aceptar.

A menudo nuestro pasado se convierte en la perfecta excusa para no pasar a la acción, una cómoda prisión donde victimizarnos. A Cristian le costó mucho el asumir ese “para siempre” pero, afortunadamente, logró reaccionar y comprender que una cosa es ser discapacitado y otra muy diferente, ser incapacitado. Reconocer tu debilidad puede convertirse en tu mayor fortaleza. En ese punto de inflexión siente un inmenso alivio, como un preso en el corredor de la muerte al que conceden el indulto. La vida le estaba esperando al otro lado del miedo.

Cuando te despiertas por la mañana, nunca crees que ese puede ser el día que cambie tu vida para siempre. A él le pasó y, aún hoy, tantos años después, cuenta que es incapaz de pensar en ese fatídico día sin sentir un nudo en el estómago. Cristian no comercia con sus lágrimas ni tampoco hace gala de un optimismo almibarado diciendo que el accidente le mostró el camino, que encontró su “para qué” desde que “ganó la ceguera” (como dice alguno por ahí…) No es tan cínico de deciros que veáis el vaso medio lleno cuando está en el suelo hecho añicos.

Fue duro, durísimo y le costó superar el trauma. Quería viajar en el tiempo y evitar ese error que le hizo dormirse al volante, llegar al momento exacto para evitarlo. Sintió rabia, miedo, impotencia…Pero ha conseguido perdonarse. Resulta revelador escucharle cuando habla: “si no está en nuestras manos cambiar la situación que nos produce dolor, siempre podemos decidir la actitud con la que afrontarlo. Uno está donde está por sus circunstancias pero también por las decisiones que toma y esto último, depende sólo de nosotros” Toda una lección de vida.

Cristian decidió que por muy mal que lo estuviera pasando, nunca dejaría que se le trasparentase el desánimo. No quería dar pena ni que la gente estuviera a su lado por obligación. Trató de normalizar cuanto antes su situación (familia y amigos fueron clave para metabolizar el accidente) y aprendió a ser independiente.

Tras el programa de rehabilitación de la ONCE, estudió Informática (en una época en la que las barreras eran casi infranqueables) Atrás quedan los años en los que su abnegada madre y su hermano le leían una y otra vez los libros de Informática. Cuando se licenció, el título iba a su nombre pero ellos lo hicieron posible. Cristian, que nunca había sido un buen estudiante, fue el mejor de su promoción. Recuerda con una sonrisa escuchar a sus compañeros repetir una y otra vez: “joder con el ciego”.

Son muchos años los que le unen ya a Microsoft en el desarrollo de tecnologías para mejorar la accesibilidad de personas con discapacidad. En los años 90, fue el único español seleccionado para ir a EEUU y trabajar en un Windows accesible para los ciegos de todo el mundo.

En aquella época, la confianza en sí mismo y las ganas de seguir desafiando sus limitaciones le permitieron dedicarse a una afición que tenía antes de perder la vista: el esquí. Formó parte del Equipo Paralímpico de España y logró su sueño de ir a los Juegos Paralímpicos de Nagano 98 donde, al igual que el año anterior en el Campeonato de Europa (donde fue medalla de oro), tuvo el honor de ser el abanderado del equipo español.

Sin embargo, tenía otro “imposible” y su obligación era intentar cumplirlo también: la cocina. ¿Os apetecen unos nidos de sorbete de foie con huevo de codorniz escalfado? Con esta receta ganó el concurso Telva de Cocina durante una “cata a ciegas” del jurado… y el mejor premio, cumplir un sueño de niño: ser cocinero profesional. No permitas que nadie te diga que no eres capaz y, mucho menos, tú mismo. Tras un par de años en la Escuela Telva se lanzó al más difícil todavía: abrir su propio restaurante (compaginándolo con el trabajo a jornada completa en la ONCE) Ha participado en numerosos programas de televisión (Master Chef Celebrity 3, Top Chef…) y ha llegado a ser imagen de Disney (la prensa le bautizó “El Ratatouille Español”)

Cristian por fin es de mayor lo que quería ser de pequeño: informático, esquiador y cocinero. Actualmente compagina su trabajo de director de IT e Innovación en la ONCE con su pasión por la cocina y su faceta de conferenciante motivacional en “Helpers Speakers”. La ponencia “Abriendo los ojos a las oportunidades” es un testimonio aleccionador pero reconoce que le costó dar el paso de contar abiertamente su historia.

Mucha gente se acerca a mí en busca de consuelo y siempre les digo lo mismo: el victimismo destruye, el pasado es como un agujero negro que te absorbe si te asomas demasiado. Hay que encontrar la motivación y las palancas emocionales para salir de allí cuanto antes. Marcarse pequeños hitos, metas alcanzables que te permitan avanzar y seguir creciendo. Dejar de ver las cosas como son para empezar a verlas cómo podrían ser. Yo lo hice y, desde entonces, sólo he intentado vivir mi vida lo más parecida a como era antes del accidente. Sin heroísmos y con una humildad absoluta, os lo aseguro. De verdad que me abruma cuando escucho que estoy redefiniendo la palabra imposible o cosas así. ¿Qué he aprendido a lo largo de estos años? Que todos somos al mismo tiempo víctimas y responsables de nuestra propia vida donde. La única limitación en la vida es la que se impone uno a sí mismo, uno sólo es incapaz si se siente así y, por encima de todo, la vida puede cambiarnos a todo en un instante”

A esos que sostienen que solo se vive una vez, no es verdad, se vive todos los días. Sólo se muere una.

¡Gracias Cristian, eres pura inspiración!