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¿Quién es William Kikanae Ole Pere?

De pequeño, como cualquier niño, William tenía un sueño: crear una escuela. Pero él no era un niño normal, nació en un lugar donde los sueños no se cumplen jamás y no se le permitía soñar a lo grande. Como miembro de la tribu masái, tenía las líneas del destino muy bien dibujadas: él iba a ser un guerrero. ¡Y vaya si lo fue!

Sin duda, como guerrero -y líder de su comunidad- su mayor batalla ha sido pelear por cumplir su sueño. Esta es su historia.

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¿Qué edad tendrías si no supieras la edad que tienes?

Kikanae Ole Pere (“William” aún tardaría en aparecer) nació en el kilómetro cero, una tierra afortunada en pleno corazón de la sabana (cerca del Valle del Rift, esa gran cicatriz en recuerdo a la cesárea de la Tierra que alumbró a la Humanidad) Como la mayoría de los masái, no sabe en qué día nació, sólo que era temporada de lluvia.

Parece que el tiempo no quiere pasar en el Mara, una tierra anacrónica: es el pueblo del aquí y del ahora. Casi ninguno sabe su edad y la mayoría no están ni censados. Viven sin papeles y sin problemas. No les preocupa el tiempo, se rigen por la salida y la puesta del sol, y el cambio de las estaciones, respetando el pulso de la naturaleza.

Kikanae, el elegido

Su familia era muy pobre -al menos, a nuestros ojos occidentales- pero tuvo una infancia muy feliz, a menudo  tirando de imaginación para sacar el máximo partido de sus escasos recursos.

Vosotros tenéis muchas cosas, nosotros sólo felicidad

Muy pronto destacó y su madre, muy consciente del potencial del pequeño, insistió en que debía ir al colegio: impensable para  un niño de su tribu. Pese a la oposición de su padre, ella vendió una vaca para poder costearle los estudios.

Ese fue el momento en el que cambió todo. El pequeño Kikanae tomó conciencia de que si las mujeres tuvieran dinero, los niños estudiarían y su pueblo prosperaría.

¿Un líder nace o se hace?

Sin duda, ya mostró valor y determinación al recorrer cada día los 20 kilómetros -descalzo y solo- para ir a la escuela (y otros tantos de vuelta). Atravesaba cada día esa tierra en carne viva (en temporada seca, es como si le hubieran arrancado la piel, solo alguna acacia impertérrita aporta algo de color a los pastizales) entre bramidos de elefante y rugidos de fieras.

Aquello le endureció. Cuando sufría algún ataque de animales, él mismo se curaba con hierbas silvestres que su madre le enseñó a identificar.

En clase, tenía que esperar a que algún compañero acabara los deberes y le prestara un bolígrafo para poder hacer sus tareas.  Jamás se quejó, sabiéndose un afortunado.

Aprendió a observar, a tener paciencia y una lección de vida: los depredadores cazan en silencio y van a por la gacela coja. Él no sería jamás una gacela coja.

Y a ti…¿Cuánto te pagaron por renunciar a tus sueños?

No tardó tampoco en destacar en el colegio, muy por encima del resto de los alumnos de Narok, incluso de toda Kenia. Tanto es así, que se le concedió la prestigiosa beca “Michael Jordan” para cursar sus estudios en EEUU. Era la oportunidad de su vida…pero la rechazó. William era muy consciente de que si se marchaba, no volvería jamás. Tuvo la integridad y la valentía de decir: “no, por aquí no es”. Sin duda, una decisión que despierta admiración y respeto.

Este nómada ya se había marcado un rumbo, vivir desde el propósito, poniendo su talento al servicio de su tribu. Los puntos cardinales serían:  facilitar la educación a los niños, dar más voz a las mujeres, luchar por la protección del Mara y de su propia identidad. Tomó conciencia de que su vida sería mucho más plena con un liderazgo de servicio, siendo un gestor del cambio y un generador de compromiso en su comunidad. Pero no fue fácil, nada en la vida de Kikanae lo fue.

La beca pasó a su mejor amigo, Patrick Ole Ntutu, primer masái en llegar a ministro. Hoy es gobernador de Narok en Kenia. Aún conservan una gran amistad y William forma parte de sus consejeros, en representación de su pueblo.

Su madre, su gran inspiración

Kikanae tenía un vínculo muy especial con su madre. Se sentía en deuda con ella. Además, le dolía el desprecio que los hombres de su tribu (pueblo polígamo) tenían generalmente hacia sus primeras esposas cuando empezaban a envejecer y llegaba otra favorita, desplazando a la anterior. Su madre era una de ellas.

La crueldad del cáncer no entiende de estatus ni de culturas, y el peor diagnostico puede llegar en cualquier momento a cualquier parte. Cuando ella enfermó, William dejó la escuela (aun siendo el más pequeño de la familia) para conseguir dinero y que su madre pudiera ir a un hospital, muy consciente de que la medicina tradicional de su pueblo no iba a ser suficiente. Fueron dos largos años de lucha hasta que falleció.

“La muerte no es triste. Lo triste es que la gente no vive del todo”

Aprendiendo a emprender

Como no tenían recursos económicos, William recorría largas distancias para ir a Narok (ciudad de los masái) para comprar las “beads” (cuentas para realizar sus artesanías). Eran varios días andando, incluyendo noches en la sabana que le fueron endureciendo aún más.

El día que dejas de avanzar es el día que empiezas a retroceder

Una de esas noches al raso, bajo una cúpula estrellada, soñó premonitoriamente que abría una escuela. Todo tenía sentido.

Progresó en su negocio hasta que puedo comprarse una bicicleta. En uno de sus viajes a Narok, iba tan deprisa que chocó contra un elefante y pensó “voy a morir”. Cosas de la sabana.

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William mató un león

Nada viste más a una persona que sus cicatrices, todas cuentan una historia, y las de William hablan de aquel joven que se ganó el respeto de su comunidad luchando contra un león -el animal más inteligente y salvaje-. Aquel día fue también su entrada a la vida adulta.

Matar a un león era una prueba de valor en el Mara. Hoy en día es un ritual simulado, los masái son los grandes protectores de los animales, son un pueblo extraordinariamente “conservacionista” ya que, como buenos pastores, no cazan, sino que conviven con todas las especies. Sólo matan animales que han criado para el consumo (cabras, vacas, ovejas) y en contadas ocasiones, porque el ganado es su bien más preciado. 

No soy especial, todos hemos tenido que luchar contra algún león para sacar a nuestro guerrero interior

En recuerdo de aquel día, luce con orgullo su cicatriz del brazo, además de quemaduras que prueban su tolerancia al dolor y su incuestionable valor. William sabe bien que siempre es el mismo león el que te corta el paso, no luchas contra fieras sino contra tus propios ataques de pereza, cansancio y miedo.

Que tu cobardía sea lo único que te asuste

I have a dream: el sueño del guerrero

William Kikanae es uno de esos soñadores que se atreven a hacer las cosas antes que nadie, con determinación y valentía, la única manera posible. Sabe bien que las circunstancias pueden ser condicionantes, pero nunca determinantes: uno sólo es incapaz cuando se siente así. 

Cree en tus sueños, son más reales de lo que piensas

Fue elegido por la comunidad como su líder (es como un juez que tiene el respeto de todos). El ya era un líder natural con ideas nuevas, conciliador  y que resolvía problemas.

Como buen guerrero, William tiene un instinto de protección muy desarrollado. Su pueblo es muy pobre, la educación es inaccesible para la mayoría de ellos, pero es la base para transformar la sociedad. Él desea que haya médicos, abogados, profesores… masái, ser cada vez más autosuficientes, sin depender tanto de ayudas externas y sin dejar de respetar su cultura y los valores de la comunidad masái, para que no ocurra como a muchas tribus africanas que se han difuminado ante la fascinación de Occidente.

Fui elegido líder porque mi comunidad confiaba en mí y tenía nuevas ideas

La escuela del árbol

Las grandes ideas siempre tienen comienzos pequeños. Su modesta escuela nació en un árbol y tardó varios años en dar sus frutos. William comenzó sus clases escribiendo con carbón sobre el tronco, luego se fue modernizando y le regalaron una pizarra, no había horarios… si llovía no podía dar clase porque estaban a la intemperie en mitad de la sabana.

A la guerra se va con el ejército que se tiene

Tenía claro que no hay que esperar al momento preciso, porque nunca va a llegar. Hay que pasar a la acción: la diferencia entre creer y crear es de sólo una letra. 

William Kikanae, muy consciente de la fascinación que su pueblo despertaba, sabía que tenía que aprender inglés para relacionarse con los viajeros extranjeros que acudían al Mara atraídos por la magia de la sabana. De un modo autodidacta, fue aprendiendo a comunicarse con ellos -tener una inteligencia muy superior a la media siempre ayuda-, y acabó siendo guía oficial de National Geographic (ha colaborado con Jonathan y Angela Scott en sus documentales, puedes ver a William en “La Luz de las Historias”, actualmente en Netflix)

Aprovechaba cada safari para compartir su visión y su misión. A todo el mundo le fascinaba su proyecto y entusiasmo, le prometían apoyo: jamás llegaba. También iba a Nairobi con regularidad (nada menos que una vez al mes durante más de diez años) a llamar a las puertas de embajadas y cualquiera que pudiera ayudarle con su escuela. Pero lo único que pasaba era el tiempo.

Un guerrero que lucha contra la desigualdad de la mujer masái

Las mujeres son la pieza fundamental de la comunidad: criar a los hijos, educarlos, construir y mantener la manyatta, ir a por agua y leña, cocinar…son alguna de sus muchas tareas, aunque, hasta hace poco, la mujer masái valía menos que una cabra, no era nada. No tenía derechos.

Inspirado por la figura de su madre, William tuvo la intuición de ver que las cosas podrían ser de otra forma y quiso darle a la mujer el puesto que merecía. Creía firmemente que ellas debían tomar decisiones, tener propiedades, que las niñas no deberían estar abocadas a crear una familia en pleno inicio de la adolescencia (los niños no deben tener niños), apostaba por su educación  y tener ingresos que no provinieran exclusivamente de las visitas de los turistas.

William ha permitido cambiar el rol de las mujeres en la cultura masái, para que no solo se dediquen a criar a sus hijos con 14 o 15 años, cuando son casadas. Ahora tienen acceso a la educación, hacen negocios, compran y venden productos, cuando antes solo lo podían hacer los hombres.

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Aquí siempre se ha hecho así

A menudo en las familias, sociedades o empresas nos encontramos con herencias envenenadas. Es muy complicado superar el “aquí siempre se ha hecho así” y en la comunidad masái, William no encontró el apoyo de los suyos fácilmente, especialmente entre los guerreros y jefes locales, que pensaban que se les estaba dando demasiado poder a las mujeres en detrimento de los hombres. 

El miedo al cambio es el mayor freno a la evolución y el desarrollo, estés donde estés. Esta resistencia siempre esconde miedo a perder el estatus y a tener que lidiar con la incertidumbre.

Era un proyecto muy bueno para ellas, podían comerciar con sus artesanías, sus productos…una nueva vía ingresos para crear escuelas que beneficiaba a toda la comunidad pero, a veces, el propio equipo es el enemigo.

Todas las mujeres masái son diseñadoras

Pero William no se resignó y siguió ejemplarizando con hechos. Muestra de ellos, es que los masái son polígamos (con el consiguiente problema de las mujeres repudiadas por “edadismo”) Él solo tiene una mujer.

Debes conseguir que tus guerreros piensen, sientan y actúen a la vez

 Se ha preocupado de llevar sus ideas a los guerreros para cambiar estos aspectos, y lo ha hecho con paciencia y desde dentro, que es como se deben cambiar las cosas. Pero sin dejar de respetar su cultura y los valores de la comunidad masái.

Hakuna matata

Hay tropiezos que nos ayudan a coger impulso, y William se topó con el miedo y la incomprensión de su gente. No solo era el guía de los turistas, también de su propio pueblo. Pero no todos estaban dispuestos a seguir a su líder.

Siente el vértigo, el miedo y la inseguridad. Allí es donde más posibilidad de crecimiento hay.

Un grupo de detractores atacó su manyatta, quemaron el poblado y los expulsaron de aquellas tierras, intentando con esto aniquilar cualquier intento de modificar los patrones ancestrales de comportamiento de la tribu.

No permitas que tus heridas te conviertan en quien no eres

Si un objetivo fracasa, inmediatamente hay que marcarse otro y reenfocarse: aceptación sin conformismo es la clave. El hedor y el dolor de aquel día se fue disipando: como pueblo nómada, cambiar de emplazamiento no era mayor problema. Sí lo fue lidiar con la incomprensión, la rabia y la decepción. Se desplazaron unos kilómetros y levantaron una nueva manyatta (las casas se construyen con paja y excrementos de animales) Un punto importante: no empezaba de cero, empezaba desde la experiencia.

Convierte tus problemas en retos no en obstáculos 

Años de espera sin desesperar

Esta es una historia con spoiler, sabemos que acaba bien (aunque, en realidad, no ha acabado). Pero para llegar hasta aquí, ha hecho falta recorrer un largo camino: nada fue fruto de la casualidad o de la suerte o de un par de golpes certeros de serendipia, sino del esfuerzo y la constancia. Entre querer y poder hubo unos cuantos verbos más y diez años de perseverancia.

“Los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo” Leon Tolstoi

Hay un tiempo para la esperanza y otro para la aceptación y una década es un tiempo más que razonable para pensar en desistir. Él no lo hizo, porque no entiende de “prontomanía”, prisa y estrés. El 90% del éxito consiste, simplemente, en insistir, viene de hacer cosas monótonas todos los días, pero nadie quiere oír eso. A veces abandonamos cuando estamos a punto de lograrlo, pero ¿sabes qué? nadie te va a preguntar cuánto tiempo tardaste en lograrlo.

Los masái estamos educados en la paciencia, en saber que esperar

Aquel no iba a ser un día más. Tal y como llevaba haciendo más de diez años, William fue a Nairobi a seguir llamando puertas en embajadas e instituciones gubernamentales. Entonces paso algo, o mejor dicho, alguien: Rosa Escandell.

No importa lo despacio que camines siempre que no te detengas

La masái blanca

Qué importante es encontrar a alguien que crea en nosotros, en nuestro proyecto. William siguió dando pasos durante años hasta encontrarse con Rosa Escandell su “persona escalera” (como dice nuestra amiga común, Bisila Bokoko) y ambos forman un tandem perfecto.

Hay que ser tribu, equipo, para conseguir logros

Cuando la representante de ADCAM (Asociación Desarrollo, Comercio Alternativo y Microcrédito) fue a Nairobi -invitada por la Premio Nobel Wangari Maathai, desde la Embajada de España- no pensó que aquel iba a ser el día que cambiara su vida para siempre. Le dijeron que había un masái -inasequible al desaliento- que nunca se cansaba de pedir ayuda para montar una escuela. Ella pensó que si llevaba más de diez años perseverando, merecía que le escuchara.

Ayudemos a la suerte. Dios no hace milagros todos los días 

Rosa (valenciana de nacimiento y masái de adopción) es un referente del emprendimiento social y la cooperación internacional, especializada en microcréditos para las comunidades más desfavorecidas. Había dejado un puesto de responsabilidad en un gran banco, cansada de gestionar carteras millonarias. Hay que ser muy valiente -y tener unos valores muy consolidados- para renunciar a todo aquello y dar un salto al vacío. Ella lo dio. Luego dio un triple salto mortal con tirabuzón al dejar su cómoda vida occidental, para convivir con la comunidad masái y ganarse su confianza, llegando a poner en peligro su vida por una bacteria del río Mara.

Sin duda, ella no tiene una vida, tiene una novela.

Empieza la aventura

Rosa encontró en William ese proyecto ilusionante que ansiaba. William encontró una mecenas, un referente, una amiga y una ventana al mundo. No fue un proceso rápido ni fácil, a Rosa le costó ganarse la confianza de las mujeres masái y él sufría por ello, valorando enormemente su esfuerzo y dolido por la actitud de su pueblo.

Un elefante se come a bocados pequeños

Pese a estar absolutamente rendida al estado de pureza del Mara y su gente, para ella no fue fácil adaptarse a esas condiciones tan duras y, durante casi un año, estuvo viviendo en una pequeña tienda de campaña al lado de la manyatta (acampar dentro, con los animales, fue su única línea roja) Tardaron meses en prepararle el desayuno pero aquello, fue toda una declaración de intenciones. Hoy Rosa es una más, la masái blanca.

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ADCAM Mara Vision Camp en la actualidad

Es inevitable sentir admiración y respeto por la gente que consigue lo que se propone, más aún con todo en su contra. Sin duda, el grado de compromiso determina el éxito. Una vez que el proyecto contaba con el apoyo de la ong ADCAM, Kikanae vendió 30 de sus 110 vacas para comprar el terreno donde construir la escuela para los niños de su tribu. La venta de una parte importante de su patrimonio para conseguir los terrenos dice mucho de su carácter.

Mi sueño no se cumplió por ser un líder sino a través de los retos

William se convirtió en el director de ADCAM en Kenia, y empezaron a trabajar  en varias líneas de intervención:

  • Educación: Construyendo una escuela de infantil y primaria que actualmente ofrece escolarización a más de 300 alumnos -sin distinción de sexo y adaptada a la cultura masái- con educación gratuita o subvencionada para muchos de ellos, porque en Kenia no es gratis. Algunos alumnos tienen becas para alojarse y comer en el centro, ya que viven muy lejos o provienen de familias muy pobres. La escuela también cuenta con un huerto ecológico, un taller de artesanía y un centro médico.
  • Mujer: Creando una cooperativa de mujeres artesanas que, gracias a un acuerdo con el Grupo Pikolinos, dio  trabajo a más de 1000 mujeres. Aquel proyecto concluyó pero la estructura y el exigente protocolo de calidad sigue vigente, y a la espera de nuevos acuerdos con otras empresas.
  • Edadismo: William también lucha por la integración de los guerreros y la discriminación por edad.
  • Salud: acciones de prevención para contrarrestar las principales enfermedades que les afectan (malaria, problemas respiratorios, parasitismo…).
  • Sostenibilidad: acciones para la mejora medioambiental (reforestación, construcción de un pozo…) y la autosostenibilidad del proyecto a través de la creación de un campamento turístico que permite la generación de ingresos, gestionado por la propia comunidad.

Todos hemos ansiado hacer algo grande con nuestra vida, dejar un legado. Pocos son los que lo intentan de verdad y muchos menos los que lo logran. ¿El secreto de William y Rosa? comprometerse en cada pequeña batalla.

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ADN nómada: de la sabana a la Fashion Week

¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo por primera vez? De la mano de Rosa, se asomó al mundo, todo sucedía por primera vez. Se encontró de repente en otra vida.

Gracias al acuerdo con la conocida marca de calzado Pikolinos, empezó a recorrer el mundo subido a unas sandalias molonas. Permitió dar trabajo a cientos de mujeres masái y mantener viva la escuela, que siguió creciendo de un modo orgánico. Durante los años que duró la colaboración, William se convirtió en su imagen y mejor embajador. Se alojó en los mejores hoteles, estuvo en las fiestas más exclusivas y compartió escenario con las it girls del momento (como Olivia Palermo, Adriana Karembeau o Eugenia Silva)

Vosotros tenéis los relojes, nosotros tenemos el tiempo

El interés que suscitaba le llevó a varias entrevistas en medios, llegando a participar en “El Hormiguero” junto a Pablo Motos. William siempre iba ataviado con el exótico e instagrameable atuendo tradicional de su tribu: el “swaka” y las mantas de cuadros, no era únicamente una cuestión de comodidad, también una manera de recordar e incluso presumir orgulloso de su identidad a miles de kilómetros de su hogar.

Si ya es raro ver a un jefe masái en la propia Nairobi, aún lo es más verlo en Madrid, París, Tokio, Nueva York o cualquier capital importante del mundo. Era “un blanco” muy fácil, y tras tanto postureo con canapé y sobreexposición, empezaba a no reconocerse: quería cambiar el mundo, no que el mundo le cambiara a él.

Se humilde cuando las cosas van bien, cuando estás abajo es fácil

Cabe puntualizar que William siempre atiende a todo el mundo con paciencia, cordialidad y una gran sonrisa, sabe bien el interés que despierta aunque, en el fondo, sólo quiera volver a su manyatta (una de esas aldeas, detenidas en el tiempo, en el amanecer de la vida) y reunir a su tribu alrededor del fuego, para contarles cómo es este loco mundo occidental donde vivimos, unos encima de otros, en casa muy altas y sin apenas naturaleza.

El secreto de la vida es tener historias que contar, no cosas que enseñar, y nunca perder la visión de dónde vienes, por muy lejos que llegues

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Otro turismo, otro mundo, es posible

¿Te imaginas conocer la majestuosidad del Masái Mara de la mano de sus guardianes? Observar la vida desde sus ojos y sentir el pulso lento de la sábana -guiado por auténticos guerreros masái- es una experiencia única. Su mundo, tan diferente a todo lo conocido e incluso imaginado, es un legado de belleza abrumadora que los demás hemos olvidado.

¡Conoce de primera mano el proyecto que está revolucionando la mentalidad de esta ancestral tribu!

La gente no es pobre por cómo vive sino por cómo piensa

El ecolodge solidario Adcam (actualmente Sawa Mara) que dirige William, es un campamento transformador: entras por una puerta y sales por otra totalmente cambiado. Una de las primeras cosas de las que serás consciente al llegar, es que hemos perdido la perspectiva en el primer mundo. Con ellos podrás volver al origen, simplificar y humanizar las relaciones. África te enseña a conocerte a ti mismo, a reflexionar sobre las prioridades de la vida, serán días para desaprender, repensar y reaprender. Sentirás esa sacudida eléctrica que necesitas en los viajes…interiores. 

Las cosas a las que no damos importancia, algún día comprenderemos lo importantes que son

Su cultura se basa en la hospitalidad, el sentido de comunidad y la religión (son cristianos, de hecho, podrás asistir a una verdadera misa masái), valores que no dejarás de percibir durante toda la estancia. Cuando William te agarra las manos y te dice: “feel free and I love you” lo dice de corazón. No dejará de mostrar su agradecimiento, ya que tu viaje les ayuda a cumplir su sueño (los ingresos de la estancia van íntegramente destinados al mantenimiento de la escuela y suponen el 75% de ingresos de la ong) Da trabajo a hombres y mujeres de la comunidad, que ahora tienen la oportunidad de recibir una formación superior orientada al turismo. Si haces coincidir tu visita con la migración de los ñus, será de documental.

Aprende a simplificar y la vida dejará de ser tan complicada

En Adcam los protagonistas son los guerreros, ya que el 100% está gestionado por ellos. El campamento ofrece todas las comodidades, con el aliciente de estar ubicado al lado de la escuela y la manyatta, lo que permite una experiencia única de interacción con la comunidad, lejos del resto de los resorts y campamentos de la zona, que utilizan a los masái casi de atrezo y su labor se limita a “disfrazarse” y a mostrar las danzas tradicionales ante miles de teléfonos móviles, para presumir en redes sociales.

Solidaridad y exclusividad

Aunque William lleva años siendo guía oficial del National Geographic, es increíble ver intacto su entusiasmo cuando te señala un leopardo entre los arbustos, un león con su manada o un elefante con sus crías. Difícil precisar quién es más feliz, él o los turistas.

Que la gente que trabaja para vosotros que siempre se sienta segura a vuestro lado

William y su equipo de guerreros te mostrarán las plantas medicinales, las diferentes huellas y costumbres de los animales…Comprenderás que no fue Occidente quienes conquistamos África, es ella quien nos conquista a nosotros.

Hay que centrarse en lo que tienes y no en lo que falta para ser un nómada y viajar ligero de equipaje

Al estar acompañados por el líder masái, vivirás experiencias exclusivas como la acampada en el río Mara, la actividad estrella (solo Adcam está autorizada por el Área de Conservación para realizarla) Observarás cómo decenas de hipopótamos salen del agua al anochecer bajo un manto de estrellas. “Sobrevivirás” a una noche en la sabana: con comidita rica, refrescos, tiendas de campaña alrededor de una fogata y vigilancia, eso sí. Desayunarás frente al río… Una experiencia mágica, fusión perfecta del encuentro con uno mismo y con la naturaleza. Repetimos, ningún teleoperador te puede ofrecer estas experiencias. Tampoco encontrarás los precios que este campamento solidario oferta, y recuerda que el 100% de tu estancia irá destinado a sostener la escuela y el resto de proyectos.

Infórmate de la próxima Helpers Experience (del 27 de abril al 4 de mayo de 2024) y acompáñanos al Maasai Mara (info@helpersconsulting.com) Recuerda que el 100% de tu estancia irá destinado a sostener la escuela y el resto de proyectos de ADCAM.

Bisila Bokoko y su biblioteca

ADCAM tiene unas embajadoras de excepción. Hace años, la it girl Olivia Palermo patrocinó la primera tienda de campaña (sigue muy vinculada al proyecto desde que coincidió con William como imagen de la campaña de Pikolinos)

Nosotros queremos destacar la labor de Bisila Bokoko, gracias a ella conocimos el proyecto y viajamos juntos a Kenia. Hace años que puso en marcha la Fundación Bisila Bokoko African Literacy Project. Ella, que es la reina de África que nació en Valencia y vive en Nueva York, había descubierto África a través de los libros de sus padres.  Pensó que, de la misma manera, los niños africanos podían conocer el mundo sin salir de su país. Su misión es promover la alfabetización de los pueblos africanos por medio de bibliotecas. Su lema «con un libro, nunca estás solo»  Por supuesto que en ADCAM también tiene su biblioteca y es hermana de vida de William y de Rosa.

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Esos “salvajes” anclados en el neolítico:

el pueblo masái hoy

La cultura de los masái se ha contado muchas veces. De muchas maneras. Se ha exagerado, manoseado y asilvestrado. Yo vengo en son de guerra a darle un revolcón a la versión oficial para derribar prejuicios y sesgos cognitivos caprichosos. Como historiadora -y enamorada de África-, me sumergí en los libros mucho antes de emprender mi viaje a Kenia. Así supe que los masái beben sangre, matan leones, son polígamos, veneran a su ganado…(y al de sus vecinos, porque ancestralmente se consideran los guardianes del ganado en la Tierra y carecían de sentido de la propiedad)

William adora el chorizo, la crema corporal de aceite de oliva del Mercadona, ha viajado por medio mundo y conoce cada pueblo de la costa alicantina. Sin duda, es la criatura más exótica que ha dado el Mara, pero es un ejemplo de cómo se puede preservar la cultura masái, adaptándola a los nuevos tiempos.

Es un pueblo orgulloso que nunca ha sido sometido ni esclavizado. Pero su mundo está esfumándose debido a la globalización. Han pasado casi del Neolítico al “homo digitalis” de la 4ª Revolución Industrial en tan solo unos años. Quizás no sabe con certeza a dónde va su tribu, pero sabe muy bien de dónde viene.

Los masáis solo tienen presencia en Kenia y Tanzania, cada vez más arrinconados por su propio gobierno, el cambio climático (la temporada de lluvia era controlable, ahora es totalmente imprevisible) y la especulación. Es un pueblo al límite que afronta el desafío de su propia supervivencia y va forjando su nueva identidad.

Como líder de su comunidad, William vigila para que estos nómadas no pierdan el rumbo. Si antes era esencial adaptarse al medio, han empezado a adaptar el medio a ellos. Paulatinamente van abandonando el nomadismo, empiezan a cultivar, a asentarse en el reducto que les han dejado….La principal fuente de riqueza sigue siendo el ganado, cada vez menos rentable, aunque es su principal sustento alimenticio: extraen la leche, la carne y la sangre. Las infinitas llanuras por las que estos pastores nomadeaban (el nombre del Serengueti se lo dieron los masái, significa tierra que nunca se acaba) se han transformado en espacios naturales protegidos donde los rebaños de animales domésticos no tienen permiso para entrar.

William Kikanae lucha por tener otras fuentes de ingresos y ser más independientes de las ayudas exteriores. 

Conferencias de William Kikanae, líder de los masáis 

Seguramente hay pocos Helpers que despierten tanto interés y admiración como William. Templanza, liderazgo, resiliencia, compromiso, humildad y constancia son los términos que mejor definen a Kikanae Ole Pere. Es un filósofo de la vida, un visionario.

Si algo nos deja claro William es que hay que atreverse a soñar, el lugar de origen, la nacionalidad, sexo o creencias no nos da ni nos quita capacidades: pueden ser condicionantes, pero jamás determinantes. Cómo vivamos nuestra vida depende solo de nosotros, podemos luchar o podemos huir. Tarde o temprano, todos tenemos que atravesar la sabana y enfrentarnos a nuestros miedos si queremos  alcanzar un objetivo.

Kikanae nos insta a sacar a nuestro guerrero interior para vencer al miedo y alcanzar nuestras metas, nos enseña que guerrero es el que lucha por sus ideales. Muchas cualidades y valores que podemos replicar con su ejemplo.

Un buen guerrero no se queja de sus cicatrices, ni de sus fracasos, ni de sus errores; es consciente de que han sido necesarios para crecer y aprender

Si quieres saber más sobre William Kikanae Ole Pere, líder de la comunidad masái o sobre el próximo viaje solidario que organizamos al Masai Mara, contacta con Helpers Speakers en info@helpersconsulting.com o busca su perfil en: www.helpersspeakers.com

Un abrazo,

Raquel S. Armán
Socia cofundadora

HELPERS SPEAKERS
sanchez.arman@helperspeakers.com
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